Aquí se encuentra todo lo relacionado con la cultura mexica que quedó sepultada bajo los edificios virreinales. La historia comienza desde la peregrinación iniciada por los mexicas en Aztlán hasta su llegada al lago de Texcoco. El museo muestra en sus ocho salas las genealogías y roles de los dioses, al tiempo que se exponen los objetos utilizados en sus ritos y sacrificios. Ofrendas, tributo, piezas de trueque, como máscaras, conchas, joyas de oro y plata, nos hablan del intercambio cultural, movilidad y alcance de los mexicas. Las cosmovisiones vinculadas con los dioses que fueron ahí enterrados —como Coatlicue; Huitzilopochtli, dios de la guerra; Coyolxauhqui diosa de la Luna; Mayahuel, diosa del pulque, o Tláloc, dios de la fertilidad agrícola— conducen a un mundo que promete, gracias a los arqueólogos, ampliarse aún más con recientes descubrimientos, como el de la diosa Tlaltecuhtli (que supera en tamaño al Calendario Azteca), los restos de pintura mural en el Templo Rojo o la procesión de guerreros en la Casa de las Águilas.

Hasta el siglo XVII los vecinos de la ciudad asociaron el Ayuntamiento con el Portal de las Flores. Frente a la acequia que enmarcaba este edificio descargaban algunas trajineras que desde Xochimilco traían flores a vender. Las múltiples funciones que el Ayuntamiento tuvo a lo largo del virreinato delinearon su construcción. En su Sala de Acuerdos se decidían los asuntos del gobierno de la ciudad, por lo que en su recinto se hallaban desde la contaduría, hasta la alhóndiga, pasando por una cárcel, una capilla o una carnicería. Diversos remozamientos han sido necesarios; sin embargo, a su estructura dieciochesca pertenecen sus columnas dóricas y jónicas, así como su famoso Salón de Cabildos o los escudos de la ciudad que porta su fachada. 

Desde su inauguración en 1907 el Palacio Postal ostenta en su entrada principal, un reloj monumental, cuya restauración más reciente fue en 1996.

“En el sitio en el que los franciscanos construyeron el Hospital Real de Terceros y en el que eran atendidos los miembros de la orden, se levantó la arquitectura renacentista que alentaría la producción de estampillas y el intercambio epistolar. El edificio fue realizado en 1902 por Adamo Boari con un acabado renacentista que, al lado del tezontle, cantera o chiluca que predominan en los edificios del Centro Histórico, resulta un dulce merengue: los cristales y caprichosa herrería florentina de su interior presiden la fantasía de los estucos que aparecen al levantar la vista. Su museo postal revela tanto la historia de un diseño, como la de los símbolos nacionales y locales que proyectaron la mexicanidad al mundo.

Desde su inauguración, en 1907, el Palacio ostenta, en su entrada principal, un reloj monumental, el cual ha tenido que pasar por varios procesos de mantenimiento, el último de los cuales sucedió en 1996, año en que se restauró todo el edificio. 


Mirando de frente a la estatua de El caballito, se ubica la puerta principal de lo que fue el neoclásico Colegio de Minería. En el último tercio del siglo XVIII, la extracción acelerada de los metales novohispanos requirió de la especialización de técnicos mineros. A raíz de esto, en 1797, Manuel Tolsá comenzó a construir el nuevo edificio para el Real Seminario de Minería. Su fachada de líneas rectas contrasta con las redondeces de las columnas dóricas y jónicas, los trazos semicirculares, los arcos de medio punto y rebajados, así como las balaustradas, ribetes y macetones de piedra. Hasta 1867 sirvió como colegio, y en 1868, luego de estar ocupado un año por los ejércitos republicanos, se convirtió en la Escuela Nacional de Ingenieros. Ahí mismo se ubicaron distintas instituciones oficiales: desde el Ministerio de Fomento hasta la Secretaría de Agricultura y Ganadería, pasando por la Sociedad Agrícola, la Escuela Superior de Niños, la Nacional de Jurisprudencia o la Cámara de Diputados. Desde 1910 forma parte de las instalaciones de ingeniería de la Universidad Nacional de México.

Anualmente, en sus instalaciones se realiza la Feria Internacional del libro del Palacio de Minería. Adicionalmente, este espacio alberga la biblioteca Ing. Antonio M. Anza, cuyo acervo ronda los 185,000 ejemplares sin considerar el fondo de tesis.


Ubicación: 

Tacuba 5, colonia Centro, Ciudad de México.